por: Martín Quitano Martínez
mquitanom@hotmail.com
“Solo le pido a dios,
que lo injusto no me sea indiferente,
que no me abofeteen la otra mejilla
después de que una garra me arañó esta suerte,
solo le pido a dios
que lo injusto no me sea indiferente,
si un traidor puede más que unos cuantos,
que esos cuantos no lo olviden fácilmente”
León Gieco.
En recuerdo a Mercedes Sosa
“La simulación es un arte de la política”, así se expresaba un fraternal amigo, respecto de la práctica que se ha hecho común en muchos políticos, cuando se ven en la necesidad de resolver algún conflicto sin alterar sus intereses, lo que sin duda es una verdad que se corrobora diariamente con el actual comportamiento de los políticos de nuestro país.
El arrojado candidato que promete hasta lo imposible, el gobernante que en el vendaval de los problemas asume la figura del genio de la lámpara que parece que todo lo puede, pero que solo es parte de un sueño.
El país no soporta más esas prácticas, requiere de solvencia y responsabilidad, de ética y compromiso en lo que se dice y en lo que se hace, las parábolas que asumen su compromiso con las mentiras, presuponen siempre que en algún momento dejarán de creerse y en ese momento el dilema será mayor.
Las costumbres, la cultura impuesta por mas de 70 años sigue siendo punto de encuentro de los políticos actuales que, en el gatopardismo más descarnado, juran que hacen todo por que las cosas cambien, pero en realidad procuran que todo siga igual.
En el estado Veracruz, se ha hablado de un cambio que no se ve, menos aún con el falaz argumento de que una prueba fehaciente de la voluntad de cambio, es abrirle los espacios a ciertos jóvenes; el relevo generacional como verdad incuestionable de la profundidad de los cambos que se requieren. Nada más engañoso.
Los jóvenes designados para subir a tribuna, para manejar oficinas de gobierno, para conducir los destinos de un municipio o institución, es decir, los encargados de la virtuosa transformación del aparato de gobierno por mandato del señor, han mostrado con suficiencia su origen y su destino.
“Educados” en los ejemplos de sus mayores, aleccionados entre las delicias del poder, han surgido desde ningún mérito con los defectos de sus antecesores: incultos, ignorantes, insensibles, altaneros, déspotas, ineptos, despidiendo en cada presentación o declaración el tufo de la casa, regodeándose en su impunidad y del cobijo del príncipe.
Su fuerza política es igualmente proporcional a la complacencia del estado de ánimo del gobernante, en virtud de su abyección, su sumisión o su capacidad de respuesta a los caprichos solicitados. Su voluntad política solo es la simulación del títere, la voluntad de obedecer sin cuestionamientos al que manda. La simulación como enseñanza de los viejos, es ahora reproducida hasta la ofensa por los jóvenes de la recomposición generacional, nada hay en ellos que nos permita avizorar cambios positivos. Su inmadurez y falta de vocación de servicio público solo permiten pensar que las cosas pueden empeorar o simplemente que serán la continuidad de los esquemas de corrupción y zalamería que han marcado nuestros gobiernos.
La turbulencia en las aguas de los tiempos que vivimos merecen más que los cosméticos cambios en la recomposición de los mismos apellidos; los graves problemas que enfrentamos, no se solucionarán con la multiplicación de imágenes en los medios de comunicación y la repetición de políticas públicas llenas de simulación.
De la Bitácora de la Tía Queta
A nivel nacional, el retorno del dinosaurio a través del recicle generacional, es la simulación de un proceso democrático; a nivel estatal es una reelección simulada para permanecer en el poder y no rendir cuentas. ¿Estaría usted de acuerdo?
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