miércoles, 16 de septiembre de 2009

ENTRE COLUMNAS


Señorío feudal
Martín Quitano Martínez
mquitanom@hotmail.com
El Estado de Veracruz se ha convertido en una caja de resonancia para ver y escuchar las estridencias del delfín fidelista para la gubernatura y su corte real. A fuerza de influencia mediática, se amasa una candidatura que no cuaja y que de seguro le sigue dando dolores de cabeza al principal impulsor de tan gris personaje.
La machacona presencia en todas partes del ahora “brillante” diputado federal es realmente una prueba para el hartazgo de la sociedad veracruzana. Con un sobrado don de la ubicuidad, el joven delfín y su amplio conocimiento sobre cualquier tema que tenga que ver con Veracruz, pretende conquistar y convencer a la audiencia de su idoneidad para este y cualquier puesto que se le otorgue, pero ¿realmente lo logra?
El debate de la sucesión veracruzana, ha estado enmarcado por las singulares condiciones del actual ejercicio de gobierno, caracterizado por lo mas rancio y purulento del priismo, con declaraciones públicas de respeto y cercanía a la sociedad, pero con una ofensiva actitud facistoide de camisas rojas, en el que la inclusión a la corte real pasa, entre otros desagradables detalles, por adular y asumir el cortesano juego de la lisonja para el “señor”. Un añejo político que para respaldar sus personales intereses, ha impuesto la idea “innovadora” de que es el tiempo de los jóvenes, sus incondicionales.
El grupo actualmente gobernante desarrolla un destacado arte de la política, que se circunscribe a la poderosa capacidad o rapidez de las genuflexiones. Solo hay espacio y prioridad para los razonamientos y los compromisos ante la sociedad si benefician la imagen del gobernante; la administración de los asuntos públicos da paso a la entrega absoluta y ciega de los dictados del señor. Nada, nadie debe rebatir tal inercia.
Sin embargo algo se mueve, los momentos de las rebeliones internas se hacen cada vez mas presentes, porque el príncipe está por alejarse del trono y su bufón, perdón su delfín, aun no logra convencer. Otros de la hasta hace poco fiel corte demandan ser tomados en cuenta para la sucesión, el señorío feudal del príncipe omnipotente comienza a escuchar los pasos de los inconformes.
Los rumores son múltiples, pero uno parece tener en las catacumbas del castillo el mayor concilio, y es que no se puede jugar a la continuidad personal tan flagrantemente; el príncipe debe irse y con ello se tendrá que abrir una línea de mando diferente, una alternativa. El heredero al trono no puede provenir de la casa gobernante, los barones y la corte también deberán opinar, el silencio que humillantemente guardaron durante 5 años, ha pasado a ser un valor que está quedando en desuso.
Mientras el príncipe encuentra sus salidas, las otras familias que desde lejos observan el conflicto de la casa reinante, velan sus armas; en el fondo son iguales que aquellos. Poco importa la comunidad a la que gobiernan o pretenden gobernar; su apetito de poder es mayúsculo, y en medio de su corrupta cultura, las pasiones de la sucesión encontrarán su guerra.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
¿Convergencia y Dante Delgado de izquierda? Eso si que es “para la broma, para la vacilada”.

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