lunes, 28 de diciembre de 2009

Entre Columnas


El año que se va
Martín Quitano Martínez
mquitanom@hotmail.com
Un final de año con una nación en crisis, que se debate en la pobreza y la inseguridad, y un ambiente marcado por los temores de estallidos sociales y pocas condiciones para evitarlos.
Aderezando el desencanto, los gobernantes o representantes populares con su desgastada y aberrante palabrería. Una clase política que cínicamente manifiesta su consternación y preocupación frente al estado actual de cosas, haciendo nada por superar lo que lacrimógenamente mencionan como hechos que lastiman al conjunto social. Una ciudadanía lejana del interés público como concepto aglutinante de futuro, empobrecida políticamente, desconfiada, ensimismada en su supervivencia.
Seudocompromisos y desconfianzas mutuas, de una democracia disminuida, agotada en el escenario impúdico de la corrupción y la utilización de la palabra como retórica pueril que nada compromete; democracia que sucumbe ante la ineptitud y la visión utilitaria de los que la manipulan como muletilla, en cascada de barbaridades dichas y cometidas.
Referencias estadísticas sobre la consideración ciudadana lo dejan claro: solo un poco más del 40% de la población, considera a la democracia como un sistema que brinde oportunidades a la sociedad; menor cantidad lo considera un sistema que permita una justa distribución de la riqueza y menos aún que garantice condiciones para enfrentar al crimen.
La democracia discutida como sistema de corrección de contradicciones sociales, la democracia como signo de los políticos farsantes y corruptos, de la burocracia indolente, ineficiente y también corrupta.
Muchos errores para haber llegado a esto, mucho se ha permitido para incubar de tal manera la razón que justifica esta perspectiva, entre ellas la propia actitud social que, reconociéndose en el espejo descarnado de sus propias actitudes, agacha la cabeza y encoge los hombros.
Los hechos hablan mucho más que las palabras: desde todos los signos partidarios se lanzan misiles que derrumban el concepto democrático. Los rojos con su retorcido doble lenguaje, con su saber hacer mejor las trampas y marrullerías, con su recobrada suficiencia por los resultados de la trapacería y la vendimia electoral, su “experiencia” puesta de nuevo en el juego de la república, vanagloriándose de su increíble capacidad de corromper; los azules con su ignorante y atrasada retórica que pasea su cada vez mayor asimilación de las viejas prácticas priístas que tanto atacaron, su incapacidad manifiesta en el ejercicio público, su falta de compromiso social, su obcecada condición obscurantista; los amarillos con una “visión de izquierda” que se diluye entre los intereses personales y en el pragmatismo, en una lucha fratricida que no abona ni representa los problemas sociales que suceden fuera de su canibalesca actuación.
Más de lo mismo, de los naranjas, verdes, blancos y el otro pequeño rojo poco menos se puede decir: son y juegan el papel deleznable de meras comparsas, sin asentamiento real en la población. Juegan sus intereses con absoluta frialdad, beneficiarios de un estado electoral cuestionable, gozan de las prebendas que se les brindan y asumen su marginalidad ideológica y representativa con desfachatez evidente.
La temporada del fin del año 2009 bajo el signo de la crisis y previo a los festejos de unos años que, de no ocurrir algo mejor que lo hasta ahora visto, pueden augurar que las cosas pueden pasar a mayores.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Pese a los malos presagios la tia queta tiene esperanza.

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