martes, 17 de noviembre de 2009

Entre Columnas

El PRD

Martín Quitano Martínez
mquitanom@hotmail.com

El proceso interno de elección en Veracruz, ha ratificado la inobjetable pobreza de sus cuadros dirigentes, la nota dada a la sociedad veracruzana perfila el descrédito de una fuerza política que, presa del pragmatismo y la corrupción, se debate en la limitada visión de la mayoría de los aspirantes a dirigirlo.
Ver y escuchar, conocer las condiciones en las cuales se desarrolló la elección, obliga a entender la debilidad estructural de un partido que hace veinte años recogió la esperanza de millones, a favor de un cambio en nuestro país.
En muchas ocasiones me han reiterado la necesidad de hablar del PRD, de plantear lo que desde mi experiencia sabría del mismo, sin embargo tal tarea no es fácil, no solo porque implica reconocer errores propios y ajenos, aceptar la autocrítica y asumir la existencia de actitudes que han lesionado la construcción de la fuerza de izquierda que se necesita para encabezar los cambios que México requiere.
Lo que resulta más complicado, más doloroso, es hablar de la desesperanza, de la derrota de un sueño, en el que se cree y se lucha por él, pero que ubicado en el contexto de una estructura carcomida por sus demonios, cancela - o al menos así lo parece -, la oportunidad de millones frente al desastre que el modelo vigente nos ha impuesto.
Firme creyente de la necesidad de un modelo de partidos para el ejercicio democrático, asumo la desconfianza generalizada del modelo existente. Nada ó muy poco hay que rescatar de la danza de las siglas partidarias que ahora se presentan como baluartes de la representación nacional.
La crisis del PRD es la crisis del espejo, el mismo en el que se tienen que mirar el resto de los partidos existentes; con ello digo que muy pocas cosas se observan como efectivas diferencias entre todos. Más allá de los colores y símbolos que los identifican, nada hay que los haga diferentes: sus prácticas y sus integrantes increíblemente semejantes, pasean sin pudor su similitud.
Para el PRD, como para los otros partidos, los tiempos de la distinción política y programática se han perdido en el recuerdo; prevalece ahora la fusión de intereses, de preocupaciones inmediatas, de desfachatez. Lo que nos estamos acostumbrando a ver, no es el estadio superior de la convivencia entre distintos, de la tolerancia democrática, de la suma de voluntades en proyectos nacionales, no, no es eso. La convivencia democrática se ha tornado en connivencia de cúpulas, en confabulación de iguales para perpetuarse.
El PRD como la suma de izquierdas y centroizquierdas, de populismos y nacionalismos, está en la vera del vacío. Su innegable aportación a los procesos de transformación del régimen autoritario priísta de 70 años, parece agotarse con el arribo del dinosaurio recargado, la historia perredista enmarcada en el muerto que resucita orondo, solazado en el mar de las contradicciones entre el discurso y el hecho.
El perredismo veracruzano existe, porque existe la esperanza, porque existe una militancia que vale mucho más que sus “representantes”, porque que aún a pesar de ellos sigue allí. Seguramente con muchos sueños incumplidos, con desaliento, pero retraídos en el asombro de ver de cerca la debacle, de ver desmoronarse la casa construida por todos, arrasada por los nuevos gerentes que no saben o no entienden de que se trataba lo que queríamos todos, no solo lo que quieren ellos.
Este cúmulo de desperdicio tal vez los ahuyente también a ellos, y permita tocar fondo y abrir la puerta para airear y limpiar la casa; abrir espacios para reivindicar con fuerza la capacidad de creer que no todo está perdido, que pese a ellos y aún en contra de ellos, la razón original de la fuerza de izquierda que muchos aspiramos sigue vigente.
Se trata de sujetar los sueños a nuevos tiempos, a figuras distintas del hacer social. La corrupta y pragmática estatura de las actuales dirigencias perredistas solo es útil en la medida que alimenta la imaginación, que forja la resistencia para no darse por vencidos, para hacerle frente a la ignorancia y tendenciosa soberbia de la ultraderecha panista; la autoritaria, anacrónica y absolutista visión priísta.
Habemos muchos que seguimos creyendo en la necesidad de construir algo distinto, un proyecto de amplia perspectiva social. Un proyecto que tal vez tarde más en concretarse por los desvaríos de la santa comunión de los grandes intereses, pero un proyecto que sin duda vale la pena para seguir siendo de izquierda.
De la Bitácora de la Tía Queta
Guatemala, el Salvador y Panamá mejor que México en el Índice de Percepción de la Corrupción, con el lugar 89 y con una calificación de 3.3, es la muestra de cómo se gobierna en nuestro país

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